jueves, agosto 14, 2008

Desencuentro.

Flotar en el aire entre pelusitas es más relajante, divertido, y placentero que escuchar la radio y un poco menos que dormir la siesta.
Dejarse llevar por la mínima brisa que recorre la habitación de punta a punta y calentarse la nuca con el sol que entra por los agujeritos de la persiana.
Una caricia para el alma, que sale del cuerpo y flota al lado de este. Un cuadrado, un cuerpo en el aire, un alma, una cama y un ropero.
Ahora se anima la cama y viene a flotar con nosotros. Gira lentamente, alrededor de todo el cuarto dando vuelcos sobre si misma.
El ropero nos reta. Su función de guardar y ordenar la lleva consigo todo el tiempo.
Ya nos olvidamos del ultimo huracán que nos quitó los sueños la ultima vez que nos cansamos de escuchar la radio.
Al lado sigue mi alma, y arriba ya no hay techo. Ya no hay cama, ni ropero. No hay brisa, ni sol, ni nada. Sigo subiendo y el rojo se hace cada vez mas intenso, el calor aumenta y ya perdí de vuelta el alma. Nada por aquí, ni por allá, ni por el otro allá.
Un infinito, un cuerpo vacío y aquel extraño dolor de dedos que me recuerda que en algún momento tuve articulaciones.
Sigo subiendo. El rojo se va transformando en negro con matices grises y alcancé a ver un balcón con dos helechos que anunciaba otro huracán.
y ya nada. Ni un cuerpo, ni un alma, ni un huracán, ni un infinito.
La nada.
... ... ...
La nada, y muy a lo lejos una radio que se enciende.

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